20/1/12

This could be paradise...and die for it


- Pero yo no quiero que me incineréis.
- ¿Prefieres que te coman los bichos?
- Sí, me da igual si tenéis que pagar un agujero en la tierra para mí, a mí no me queméis.
- ¿Tú te imaginas? Vivir en el mar de Cancún para siempre.
- Pues si me incineráis, vais y me dejáis en Noruega. Yo quiero permanecer allí...
- Sí...o te tiramos aquí en la esquinica del puerto y te vas tú sola nadando, que tienes todo el tiempo del mundo.
- Pero quiero llegar entera...
- Te metemos en una botella con un papelito que diga "Dirección Noruega" y ya está.

Dicen que en las últimas noches se ha visto la aurora boreal desde allí. Esta noche también se verá, y yo, sigo aquí. 
http://www.youtube.com/watch?v=kXERAsG7lmI&feature=fvst

13/1/12

...y vamos por el segundo


Otra vez lo había vuelto a ver, y cada vez que lo veía se le añadía a mi curiosidad una gota más y pronto llegaría la que colmaría el vaso.
Siempre en esa calle, siempre utilizaba esa calle para llegar aquel trozo de la playa -el menos transitado de aquella parte de la costa almeriense -donde se sentaba y tocaba canciones con su guitarra-. Daba la impresión de que podía leer lo que sentías, de que podía escrutarte el rostro y así saber en que estado de ánimo te encontrabas porque cuando pasabas delante suya, con cada persona cambiaba de canción, y entonces escuchabas su canción y te sumergías en ese estado de ánimo, sí, es raro, pero consigue lo que se propone -o al menos eso es lo que pienso que pretende hacer-.
Hoy, al volver a casa después de haber disfrutado de una tarde con mis amigos, no lo he visto, y eso ha resultado desconcertante; no verlo a esas horas -cuando se supone que ya deja su hobbie favorito- por esa calle solo podía significar algo; por lo que me asomé a su trozo de playa y allí tampoco estaba él. Decidí esperar al siguiente día, en vano, ya que no cesé de asomar la cabeza por la ventana de mi cuarto por si volvía a verlo.
Y así estuve dos, tres, cuatro, cinco... días, y llegué a la semana. Poco a poco fui haciéndome a la idea de que ya nunca más iba a volver a tener el placer de cruzarme a aquel tipo alto y escueto que siempre me lanzaba una sonrisa cuando me cruzaba con él, y que me dejaba ver dentro de sus grandes ojos verdes, poco a poco fui haciéndome a la idea de que no iba a volver a escuchar aquellas canciones sin título, aquellas canciones improvisadas por aquellas manos grandes pero seguras, y poco a poco iba viendo caras más largas por aquel trozo de playa, caras que no había melodía posible que las pudieran describir.
Unas semanas más tarde, ya acostumbrada a no escuchar desde mi ventana el sonido de la guitarra y a no cruzarme a ningún chico con una sonrisa deslumbrante y una guitarra colgando, decidí ir a la playa, pero no fui por la calle de siempre, por esa que él solía transitar; si no que fui por la paralela y para mi sorpresa, para mi suerte, allí lo encontré, en un banco, tocando su guitarra española. Y me acerqué a él instintivamente y las palabras brotaron sin ser yo responsable al pronunciarlas: ''¿Por qué te has ido del otro lugar y ahora tocas aquí, donde pasa menos gente, si cabe, que en la playa?'' para mi sorpresa, no puso cara de desconcierto, si no más bien como lo hubiera estado esperando; ''Un hombre grande pasó delante mía con cara demasiado seria, como si algo le estuviese preocupando demasiado, y empecé a improvisar una canción para aquel hombretón, entonces se dio la vuelta, se dirigió a mí y me planteó: ¿Tocas canciones para que te den monedas? Y yo respondí muy convencido de mi mismo que ése no era mi propósito, que lo que pretendia con mis manos en la cuerda de mi guitarra era alegrar un poco el día, alegrar las caras largas y no alargar más aún las que ya lo estaban. Entonces ese hombre dijo que lo que yo hacía no alegraba a nadie, y que solo estorbaba, que estaba harto de volver del trabajo y encontrase una melodía nueva cada día. En ese momento decidí recoger mis cosas y marcharme; estuve unos días sin tocar en ninguna parte, pero poco después comprendí que la vida son tres días y vamos por el segundo, así que pensé que había que dibujar aún muchas sonrisas para el mundo, a pesar de que la de aquel hombre nunca se esbozara.
-¿Cómo te sientes? -pregunté.
-¿Y tú?
-¿No se supone que ahora viene la parte en la que me lees la expresión y me compones una canción?
-Sí, eso es lo normal; pero el problema es que no sé leerte la expresión; parece que quieres esconder tus sentimientos.
-Pues a ti te voy a dejar que me encuentres.

M. Fletcher

1/1/12

Un año más de vida


Con más de lo mismo. Las mismas prisas, los mismos sitios, la misma gente, los mismos problemas. 
Las mismas risas, los mismos llantos. Las mismas manos, el mismo pelo, la misma voz. 
El mismo recorrido con los mismos pasos. La misma vida. 
Las mismas ganas. 
Un año menos de vida.
Cheerful_