21/12/11

Y tú qué, princesa?


Llevaba nueve días entre esas cuatro paredes negras, con un rayo de potente luz blanca apuntándole al rostro, como si la vigilasen. Permanecía tumbada en el suelo, sobre una puerta de madera forrada de viejas astillas sobresalientes que se le clavaban en la piel. Echaba en falta algo en lo que agarrarse, como si fuese a caer. Estaba allí porque quería. Era como una penitencia, pero a la vez era como estar en fase de desintoxicación. Y lo necesitaba.
Había empezado un poco nerviosa. Algo borde, lo normal. Al tercer día aguardaba más concienciada y fingía mejor, realmente parecía que ya no le importaba. Al sexto día, su piel sangraba al compás de las lágrimas que resbalaban por sus mejillas y paraban en sus labios, sintiendo la sal y el dolor como un todo. Pero no se inmutaba, qué poco le importaba, esta vez se iba a querer y por eso iba a aguantar allí lo que hiciese falta. El día ocho estaba muy relajada y hasta accedió a verle, confiaba en ella. Las astillas dejaron de doler por unas horas al décimo día en su compañía y...dejó de llorar. Si salía de allí ilesa, quizás no sangraría tan fuerte la próxima vez.
- Solo uno.
- Por qué...?
- Por favor...
Sin quererlo, dejó de controlar sus movimientos. La puerta sobre la que llevaba tumbada 10 días se abrió y comenzó a caer. 
Caía, pero la distancia que atravesó no se podía medir en metros, más bien eran arañazos al alma. Había perdido contra sí misma. Había fallado. No podía confiar en ella. Ah, débil.
Pero, señor...cuánto había anhelado todo aquello...

Cheerful_

No hay comentarios: